“Lo que Juan
dice de Pedro dice más de Juan que de Pedro”
Alguna vez te han dicho, o
has escuchado decir: si, claro que me interesa, déjeme yo organizo unas cositas
y mañana en la mañana yo le devuelvo la llamadita; o si no esto exactamente,
algo así muy parecido como tranquilo jefe que yo le tengo eso listo antes de
las seis; y ni la llamadita ni el informe llegaron, ni en la mañana ni a las
seis ni a ninguna hora. Esto es algo muy del Antioqueño, y hasta me atrevería a
decir que del latino también, pero no nos vayamos muy lejos y quedémonos aquí
en Antioquia que es donde vivo, por lo que lo conozco mejor que al resto de
Latinoamérica. Este fenómeno, el de comprometerse con la palabra para luego no
cumplir con lo prometido, está tan arraigado en nuestra cultura que nos define;
es que nada mejor que un paisa para hablar carreta; y vaya créale pues. Así que
si usted se crió en esta región a punta de fríjoles, huevo y arepa, ya entró
perdiendo, bienvenido al mundo de: si, así como así, sin más ni más ni
menos ni nada; una palabra que la vamos diciendo tan campantemente que no
pensamos en las implicaciones de este acto. ¿Será qué porque la vemos tan
chiquita, de dos letras no más, la tratamos tan a la ligera? El si, es pesado,
más vale tener acciones y argumentos que lo soporten cuando sale de la boca o
del movimiento de la cabeza arriba y abajo, porque o si no nos rompe en dos.
Nuestra palabra pierde poder y nosotros, credibilidad.
Entendiendo la consciencia
como la definen Paller & Suzuki en su trabajo titulado Consciousness, publicado en el año 2013. “El término consciencia
denota la habilidad que posee una persona para generar una serie de
experiencias conscientes, una después de la otra. Aquí incluimos experiencias de
sentir y entender los estímulos sensoriales, de imaginación, de emociones y
modos, de ideas, de memorias – todo el rango de contenidos mentales accesibles
para un individuo”. También, partiendo de la argumentación sobre el valor de la
palabra que hace el Dr. Miguel Ruiz en su libro los cuatro acuerdos; conectando
esto con el concepto de ética de Gonzalo Soto Posada, concebida por él, como el
cuidado de si, de los otros y de las cosas; se reflexiona en este ensayo sobre
el impacto que tiene el uso irresponsable de la palabra por parte del docente
en el salón de clase, específicamente en la clase de matemáticas en El Nuevo
Colegio en la ciudad de Medellín.
Mediante las palabras
expresas tu poder creativo; lo revelas todo. Independientemente de la lengua
que hables, tu intención se pone de manifiesto a través de las palabras. Lo que
sueñas, lo que sientes y lo que realmente eres, lo muestras por medio de las
palabras. Esto lo dijo el Dr. Miguel Ruiz, el primer acuerdo de los cuatro que
el plantea en su libro Los Cuatro Acuerdos,
publicado en el año de las eliminatorias para el mundial de Francia, 1997.
También establece en este capítulo, el primer capítulo, que la mente humana es
como un campo fértil en el que continuamente se están plantando semillas. Las
semillas son opiniones, ideas y conceptos. Tu plantas una semilla, un
pensamiento, y este crece. Las palabras son como semillas. Entonces es igual de
importante, esto ya lo estoy diciendo yo, el valorar la palabra como
instrumento mediante el cual creamos nuestra vida, materializamos nuestros
sueños, nuestras ideas, nuestro sentir y nuestros pensamientos. Es entonces, la
palabra, moldeador de hombres y mujeres, alquimia en nuestras voces, capaz de
transformar el plomo en oro. Además, debemos pensar en el otro, la fuerza que
ejerce nuestra palabra en el otro y la influencia que podemos llegar a tener
sobre nuestro entorno (si no vea el discurso de Hitler lo que generó). Asusta
un poco esta inmensa responsabilidad de la cual nos apoderamos cuando hablamos,
el impacto enorme que tiene la palabra en nosotros y en los demás. Lo miedoso
es que nosotros somos en gran parte, inconscientes de esta responsabilidad y de
el poder mágico, como lo describe en repetidas ocasiones el Dr. Miguel Ruiz, y
entonces decimos cosas sin pensar mucho, cosas que ni siquiera son nuestras,
que muchas veces son impuestas por unas creencias y maneras de la sociedad,
palabras que pertenecen a otros y que salen de nuestras bocas precisamente
porque no somos conscientes de nosotros.
“No, ya bastante miserables son ustedes; no imagino cómo
podrían ser peores. ¿A qué especie de criaturas pertenecen los europeos, qué
clase de hombres son? Los europeos, que sólo hacen el bien por obligación, y no
tienen otro motivo para evitar el mal que el miedo al castigo...
¿Quién les ha dado los países que ahora habitan? ¿Con qué
derecho los poseen? Estas tierras han pertenecido desde siempre a los
algonquinos. En serio, mi querido hermano, siento pena de ti desde el fondo de
mi alma. Sigue mi consejo y hazte hurón. Veo claramente la diferencia que hay
entre mi condición y la tuya. Yo soy mi amo, y el amo de mi condición. Yo soy
el amo de mi propio cuerpo, dispongo de mi, hago lo que me place, soy el
primero y el último de mi nación, no tengo miedo de nadie y solo dependo del
Gran Espíritu. En cambio, tu cuerpo y tu alma están condenados, dependen del
gran capitán, el virrey dispone de ti, no tienes la libertad de hacer lo que se
te ocurra; vives con miedo de los ladrones, de los falsos testigos, de los
asesinos; y debes obediencia a una infinidad de personas que están por encima
de ti ¿Es verdad o no es verdad?
El anterior texto lo tomé
de Memoria del Fuego, un libro de
Eduardo Galeano que se publicó por primera vez en España en 1982. No tienen
otro motivo para evitar el mal que el miedo al castigo, decía el rey hurón al
colonizador francés. Alguien que actúa de esta manera, como el colonizador, es
alguien que no se mueve por si mismo, es alguien sin convicción; sus pasos no
nacen de él sino que son empujados por algo o alguien que está por fuera de él.
Hoy, en estos tiempos, somos esclavos de unas culturas y unas maneras que nos
fueron impuestas, que nos trajeron de regalo desde Europa hace ya más de 500
años. Y somos esclavos y no lo sabemos, y ahí nos quedamos, y no nos queremos; no
hay un YO autónomo y plantado como un cedro que escoge sus pasos. Somos
esclavos de una cultura que se nos ha vendido con palabras, creada a través del
lenguaje, y en este lenguaje crecimos y nos cultivamos. Somos tramposos y
mentirosos, nuestra palabra se irrespeta a si misma porque si, porque ajá,
porque en medio de eso nos levantamos y ese medio (miedo) somos nosotros, somos
profesores de matemáticas que prometemos cosas que no cumplimos, que enseñamos
a decir mentiras y a decir cosas a la ligera. Es que somos eso, ya está grabado
en nuestra piel ¿Y como aprender el valor de la palabra si lo borramos de
nuestra existencia, si pensamos que la palabra es para comunicarme y ya? Son
pocos los maestros, y no me refiero solo a los docentes, quienes son impecables
con su palabra; son estos maestros, los que necesitamos en los colegios
antioqueños, en las clases de matemáticas de El Nuevo Colegio. Esto es una
labor que debe realizar cada uno con sigo, mirarse y transformarse
conscientemente en un portador de la verdad, de la palabra creadora.
Presentación (diapositivas)
Presentación (diapositivas)
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